En la mitología nórdica no se concebía al dragón como un ser alado, sino como una gran serpiente de gran tamaño y fuerza.
Los antiguos nórdicos creían en los espíritus de la tierra, los Landvaettir, que protegían y cuidaban de las tierras que habitaban y sus gentes. Por esa razón los vikingos llevaban una cabeza de dragón en la proa de sus barcos con el fin de ahuyentar a los espíritus protectores de las tierras enemigas.
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